domingo, 24 de febrero de 2013

Santisima Trinidad 1ª parte

Como   en la entrada anterior prometí iré desgranando la vida de este buque, pero para   saber la verdadera historia de las 1048 almas que desafiaron el poderío británico e Trafalgar, se precisa traspasar las portas del que fuera el mayor bajel de su tiempo. Lo más significativo
 tras las portas del Santísima Trinidad  eran los contrastes de vida, manifiestos en la  división social entre proa y popa. En la primera la marinería y la guarnición debían realizar las actividades cotidianas de alimentarse, asearse y descansar. En tanto, la alta oficialidad disfrutaba de toda clase de lujos, de suntuosos banquetes con exquisitas comidas y bebidas, acompañados por la más selecta música de instrumentos de cuerda y viento ejecutados por los propios oficiales, todos de ilustrada formación europea: otro matiz de distinción con respecto a la marinería, cuya única cultura se alimentaba de supersticiones y oscurantismo .Los tres más altos oficiales (comandante, capitán de navío y capitán de fragata) poseían lujosos camarotes a popa, provistos de muebles de fino estilo oriental labrados en maderas preciosas; el resto de los oficiales compartía espacios menos lujosos en grupos, mientras que los hombres de la guarnición y tripulación no tenían camas sino hamacas conocidas como coys, que colgaban en los baos de las baterías y sobre las piezas de artillería. En las mañanas eran recogidas y colocadas en las batayolas, donde se airaban al tiempo que actuaban como parapetos contra disparos de mosquete y fusilería.